Volumen 6, Unidad 3, Lección 17
La Colina de Marte en Atenas era el lugar de reunión de los estoicos y filósofos de la antigua Grecia. También fue el lugar del singular sermón de Pablo que encontramos en Hechos 17.
¿Por qué este sermón es único? Bueno, la mayoría de los mensajes de Pablo se centraban en Jesús como Mesías y en la forma en que cumplía las Escrituras del Antiguo Testamento, conceptos comprensibles para el público judío. Pero en la Colina de Marte, Pablo adoptó un enfoque diferente. No se refirió ni una sola vez a las Escrituras ni a Jesús como quien las cumplía. Mas bien Pablo adaptó su mensaje a la mentalidad griega. Ellos no conocían las Escrituras, por lo que expuso su mensaje utilizando palabras e ideas que ellos entendían.
Los griegos, por ejemplo, no conocían los conceptos de pecado o moralidad. Para ellos, no había nada malo en su comportamiento o en la forma en que adoraban a sus dioses. Así que Pablo simplemente refirió su experiencia de haber caminado por el Ágora, o mercado, y haber visto el trabajo artístico de los idólatras.
Pablo también utilizó la literatura griega, para hablarles de la muerte y resurrección de Jesús. Les explicó que sabía que eran religiosos porque creaban ídolos para todo tipo de cosas, tanto conocidas como desconocidas. Las cautas palabras de Pablo le mostraron a su audiencia que tenían razón y a la vez estaban equivocados. Sí, había un Dios que no conocían, y este Dios era quien «hizo el mundo y todo lo que hay en él».
Al explicar la naturaleza de Dios y el significado de la resurrección de Jesús, Pablo utilizó citas de dos escritores griegos. La primera: «en él vivimos, nos movemos y existimos», es de Epiménides. Y la segunda: «somos su descendencia», es de Arato. En el contexto original, ambas citas se referían a Zeus, el dios principal de la mitología griega. Sin embargo, Pablo utiliza palabras familiares para ilustrar el carácter de este Dios desconocido: el único Dios verdadero. Muchos creyeron en Jesús aquel día. La elocuencia de Pablo en la Colina de Marte no procedía de su capacidad para encarar a las mentes más brillantes de su época, sino de su habilidad para llegar al público allí donde se encontraba. Gracias a su conocimiento de la cultura griega y a su disposición a hablar desde el punto de vista de sus oyentes, pudo anunciar la verdad de Jesús de una forma que podían entender y a la que podían responder.
Como creyentes del siglo 21, a menudo hablamos y pensamos de maneras que sólo tienen sentido para las personas que conocen la «jerga cristiana». Pero el ministerio de Pablo en Atenas nos enseña que la buena nueva de Jesús es para todos.