Volumen 6, Unidad 4, Lección 21
Recuerdo que a los 18 años me asustaba la idea de ser líder. Era muy tímido y no me gustaba hablar en público. Pero esos temores, como otros, no tenían sentido. Después de algunas puertas abiertas, de experiencias enriquecedoras y personas que me apoyaron, el liderazgo se convirtió en lo que soy. ¡Nadie más sorprendido que yo!
Realmente no sabemos qué sintió Salomón cuando fue coronado como el próximo rey de Israel, pero eso no era lo importante. Dios lo había llamado y una nación a la que Dios amaba lo necesitaba. Liderar no es asunto de ego, privilegios o prebendas. Es obedecer a Dios, bendecir a otros y hacer avanzar la obra de Dios. A nivel de la iglesia local, hay una relación directa entre el número de líderes voluntarios y el potencial de crecimiento de esa iglesia.
Felizmente, cuando llegó el momento de liderar, Salomón estuvo dispuesto.
Después de años de trabajar con líderes voluntarios en las iglesias, he descubierto que no es la falta de habilidad lo que frena a [la mayoría de] la gente. Es más bien la falta de voluntad. Claro, es más fácil sentarse y dejar que otro dirija. Pero hay tantas oportunidades de marcar la diferencia. Tal vez usted ha asistido mucho tiempo a un grupo pequeño. ¿Qué le parece dirigir uno ahora? ¿O enseñar una clase o coordinar una actividad? Todos tenemos nuestras propias excusas e inseguridades, pero la iglesia de Jesús y un mundo perdido todavía necesitan personas dispuestas a liderar.
Salomón, felizmente, no estuvo solo. Se apoyó en el Espíritu Santo. En su coronación [1 Crónicas 29] fue ungido con aceite. Esto simbolizó la capacitación del Espíritu Santo que ahora se nos promete a nosotros como seguidores de Cristo. Nuestra debilidad y las dudas no cambian el hecho de que Dios puede usarnos. El rey David lo entendió así cuando oró en 1 Crónicas 29:12: «En tu mano está la fuerza y el poder . . . y el hacer grande y dar poder a todos».
La Iglesia de Jesús necesita personas que, como Salomón, estén dispuestas a dejar de ser ayudantes para ser líderes. Todo comienza, obviamente, con la aprobación y bendición pastoral. Pero ¡no espere a que se lo pidan! Si tiene un carácter confiable y puede trabajar con personas, diga: ¡Aquí estoy! Escuche el consejo y aproveche la formación de liderazgo que esté a su alcance. No sea como yo cuando era joven, que dejaba que mis temores decidieran por mí. Con la ayuda de Dios, ¡quién sabe cómo Él lo usará para liderar!