Volumen 8, Unidad 4, Lección 1
¿Cuál es la primera persona que recuerdas cuando piensas en el Libro de los Salmos? Tal vez el rey David.
Segunda de Samuel 23:1 reconoce a David como «el dulce cantor de Israel». Y casi cincuenta por ciento de los Salmos (73 de 150) fueron escritos por David o refieren algún acontecimiento de su vida.
Pero David no fue el único autor de los Salmos. Por algunos minutos les hablaré de otros salmistas: Asaf, los descendientes de Coré, y Moisés.
Asaf vivió en Israel durante los años del rey David. Era parte de la tribu de Levi: la tribu sacerdotal. Junto con otros levitas, fue elegido para dirigir los alegres cánticos de celebración cuando el arca de la alianza fue llevada a Jerusalén. Asaf seguramente fue un músico talentoso, porque finalmente el rey David lo nombró líder del grupo de levitas que dirigían al pueblo en la adoración a Dios. Primera de Crónicas 16:4 dice que su misión era recordar las bendiciones de Dios, dar gracias, y adorar al único y verdadero Dios. Son doce los salmos atribuidos a Asaf, incluido el Salmo 73, que dice: «¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Te deseo más que a cualquier cosa en la tierra. Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu, pero Dios sigue siendo la fuerza de mi corazón; él es mío para siempre» (vv. 25–26, NTV).
Los descendientes de Coré también pertenecían a la tribu de Leví. Servían en el templo como músicos, y se les atribuye 12 salmos. Ellos escribieron el Salmo 42, que dice: «Como el ciervo anhela las corrientes de las aguas, así te anhelo a ti, oh, Dios… ¿Por qué estoy desanimado? ¿Por qué está tan triste mi corazón? ¡Pondré mi esperanza en Dios! Nuevamente lo alabaré» (vv. 1, 5). También escribieron el Salmo 84, que dice: «¡Qué bella es tu morada, oh, Señor de los Ejércitos Celestiales! Anhelo y hasta desfallezco de deseo por entrar en los atrios delSeñor. Con todo mi ser, mi cuerpo y mi alma, gritaré con alegría al Dios viviente… Un solo día en tus atrios ¡es mejor que mil en cualquier otro lugar» (vv. 1–2, 10, NTV).
Otra persona que escribió algunos de los salmos fue Moisés. Lo conocemos mejor como el hombre que sacó al pueblo de Dios de Egipto. Pero Moisés también es el autor del Salmo 90. Él oró con las siguientes palabras: «Señor, a lo largo de todas las generaciones, ¡tú has sido nuestro hogar! Antes de que nacieran las montañas, antes de que dieras vida a la tierra y al mundo, desde el principio y hasta el fin, tú eres Dios… Para ti, mil años son como un día pasajero . . . Enséñanos a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría… Sácianos cada mañana con tu amor inagotable, para que cantemos de alegría hasta el final de nuestra vida» (vv. 1–2, 4, 12, 14, NTV).
Todos los salmistas fueron muy sinceros y transparentes en sus escritos. Cuando estaban tristes, confusos o contentos, llevaban todas sus emociones a Dios y no se guardaban nada. En el Salmo 73, Asaf describe lo que generalmente sucede al final de cada salmo: «Entonces entré en tu santuario, oh Dios, y por fin entendí» (v. 17, NTV). Podemos seguir a los salmistas directamente a la presencia de Dios. Allí empezaremos a entender quién es Él realmente. Allí seremos transformados para ser como nuestro Señor.