Volumen 1, Unidad 2, Lección 9
El tremendo sufrimiento que viven los cristianos en el mundo no es el tema de las noticias seculares. Casi cada hora, en un lugar del mundo, un cristiano muere por ser seguidor de Jesucristo. Desde su celda en una prisión de Roma, Pablo le escribe a Timoteo: «No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo». Después dijo algo grandioso: «sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios». Cuando Pablo le dijo a Timoteo «participa de las aflicciones por el evangelio», no significaba que lo encarcelaran con él, más bien se refería a lo espiritual. Animaba a Timoteo a mostrar ese nivel de compromiso con Dios, e incluso a regocijarse en el sufrimiento con Cristo, tal como Pablo.
Muchos piensan que no debiéramos sufrir si el poder de Dios está en nuestra vida. Pero cuando el Señor Jesús le habló a Ananías acerca de Pablo, le dijo: «Yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre» (Hechos 9:16).
Todos tenemos diferentes habilidades y necesidades, por eso Dios da diferente poder a las diferentes personas para enfrentar diferentes circunstancias. Así como necesitamos un poder diferente para testificar, necesitamos un poder diferente para el sufrimiento.
Primero, necesitamos poder para ser librados del sufrimiento. En su carta a Timoteo desde la prisión, Pablo habla de sus persecuciones y sufrimientos en Antioquía, Iconio y Listra. Pero testifica: «De todas me ha librado el Señor» (2 Timoteo 3:11). ¿Se da cuenta? Pablo testifica que el Señor lo ha hecho libre del sufrimiento, no de haber sufrido. El apóstol Pedro tuvo un testimonio similar en Hechos; fue un ángel quien lo libró de la cárcel.
Aún en nuestros días escuchamos muchos testimonios de los hechos de creyentes que fueron librados sobrenaturalmente de su sufrimiento. Hace poco, en África oriental, un pastor había sufrido años de prisión. La iglesia se comprometió a un tiempo de ayuno y oración por él, y en pocas semanas fue librado milagrosamente. Las autoridades no dieron razón de esta decisión.
Segundo, necesitamos poder para soportar el sufrimiento. Mientras esperamos ser libres, o aunque nunca lo seamos en esta vida, es posible soportar el sufrimiento o la tribulación en el poder de Dios, y los propósitos de Dios se pueden cumplir mientras soportamos el sufrimiento. En el poder de Dios hay victoria, a pesar del sufrimiento. Pablo escribió a los filipenses: «Las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor» (Filipenses 1:12–14).
La mayoría de nuestros hermanos y hermanas, alrededor del mundo, no piden que oremos por su liberación. Algunos incluso dicen: «No pidan que seamos liberados de la persecución, oren que Dios nos fortalezca y abra una puerta para que demos testimonio de Cristo».
Ellos no quieren escapar de sus problemas, sino cumplir el propósito de Dios. Como los creyentes de la iglesia primitiva, se regocijan de que se los considere dignos de sufrir por el nombre de Jesús. Cuánto más persecución sufre la iglesia de Cristo, tanto más crece y se multiplica.
En los últimos veinte años, he tenido el privilegio de predicar el evangelio en más de noventa países, y en cada lugar que he visitado, he visto discípulos de Jesús que han tenido victoria en el sufrimiento.
Millares de creyentes en todo el mundo, hoy glorifican a Cristo por el solo hecho de sufrir por Él. Un pastor de las Asambleas de Dios, a quien conozco bastante bien, y que sirve en un país restringido, sirvió tres condenas por predicar el evangelio. En cada una de ellas, guio a otros prisioneros a Jesús. Durante su tercer encarcelamiento fueron 42 prisioneros y 2 guardias los que conocieron a Cristo. Cuando uno de esos 42 prisioneros salió en libertad, regresó a su ciudad de origen y en solo cinco meses guio a Cristo a más de 700 personas.
El apóstol Pedro escribió: «Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado» (1 Pedro 4:14).
Este es mi desafío: En su tiempo de oración cada día, dedique tiempo para orar por los millares de creyentes en el mundo que sufren cada día para glorificar el nombre de Jesucristo.