Volumen 7, Unidad 4, Lección 25
Pérgamo es un lugar con una vasta historia que viene del año 3.000 antes de Cristo. Leemos de este lugar en el Apocalipsis en el Nuevo Testamento como destinataria de las cartas a las siete iglesias de Asia Menor. La carta elogia a la iglesia por su capacidad de sobrevivir en un lugar donde Satanás tiene su trono.
Pérgamo no se menciona en el libro de los Hechos, por lo que no sabemos si en sus viajes misioneros Pablo visitó esta iglesia. Pero sí sabemos que pasó por esta región en varias ocasiones.
La influencia del culto imperial romano en la vida de esta ciudad y de la región circundante se oponía al mensaje del Evangelio de Jesucristo y amenazaba a la Iglesia.
La carta a la iglesia de Pérgamo nos dice que los creyentes se negaron a renunciar a Cristo. Incluso uno de los suyos llamado Antipas fue condenado a muerte por su fe. Los registros de Eusebio nos dicen que en el año 250 d.C. el gobernador romano Quintiliano vino a esta ciudad y ordenó la ejecución de los líderes de las iglesias de Pérgamo y Tiatira en el anfiteatro, quemándolos vivos por no presentar ofrendas a los dioses romanos.
En Apocalipsis, se dice que la iglesia de Pérgamo se mantuvo firme en su fe en Dios. Algunos lo hicieron aunque enfrentaron la persecución y la muerte. Sin embargo, a pesar de su firmeza, la iglesia de Pérgamo no estaba libre de faltas. La carta en Apocalipsis reprende a algunos creyentes por participar en la adoración en el templo pagano y por la inmoralidad sexual.
Algunos en la iglesia se extraviaron y cayeron en el paganismo del mundo que los rodeaba. El problema con la iglesia de Pérgamo es que toleraba las acciones de esos supuestos creyentes. Su silencio y aceptación del pecado dentro de la iglesia solo sirvió como punto de apoyo para el crecimiento de acciones impías. El pecado es un furtivo destructor de aquellos que son parte de la iglesia.
Así también hoy, la adoración de objetos, cultos y personas se presenta de muchas formas. Estas formas de adoración son una pendiente resbaladiza. Es muy importante que guardemos nuestro corazón y nuestra mente. ¿Cómo nos mantenemos firmes ante la adversidad? ¿Cómo superamos las falsas enseñanzas y las influencias negativas del mundo? Debemos pasar tiempo diario con nuestro Padre celestial y rodearnos de buenas influencias y personas a quienes rindamos cuenta.
Esto nos da la capacidad y la fuerza para aferrarnos a la fe incluso cuando estemos entre incrédulos. En los tiempos más oscuros y en las situaciones más difíciles, si somos testigos fieles del Señor, como los creyentes de Pérgamo, también nosotros recibiremos bendiciones sin medida.