Volumen 8, Unidad 1, Lección 2
¿Qué piensas cuando escuchas la palabra discípulo? Tal vez piensas en un luchador de artes marciales que entrena con su maestro. Tal vez piensas en cierta banda de rock de los años 90. O si has sido cristiano por algún tiempo, tal vez piensas en los doce seguidores más cercanos de Jesús.
Veamos qué significa ser un discípulo. La palabra «discípulo» en el Nuevo Testamento viene de la palabra griega mathétés (matétes), que simplemente significa «aprendiz». Los doce hombres que ministraron junto a Jesús no eran los únicos discípulos. Para ser discípulo no necesitas ser nombrado para una posición o cargo especial. El discípulo es simplemente un aprendiz.
La enseñanza acerca de Dios que los judíos recibían de maestros expertos, realmente comenzó después de que regresaron del exilio, unos 500 años antes del nacimiento de Jesús. En ese tiempo, al aprendiz se le llamaba talmid (talmid), que es el equivalente hebreo de mathétés. Estos aprendices seguían a ciertos rabinos o maestros y luego pasaban años aprendiendo todo lo que podían. El ministerio terrenal de Jesús se desarrolló en torno a esta relación maestro/aprendiz. En los evangelios, podemos ver cómo Jesús aprovechó cada oportunidad para enseñar a sus discípulos. Pero la enseñanza no fue solo para el grupo principal de los doce... En Lucas 10, Jesús comisionó a un grupo de unos setenta discípulos. Y en Mateo 11, Jesús le habló a todos «los que están cansados y agobiados». Cuando dijo: «Carguen con mi yugo y aprendan de mí», la palabra que usó para «aprender» era una forma de mathétés.
Mientras enseñaba, Jesús estaba preparando a sus aprendices para el día en que los enviaría a hacer discípulos. La Gran Comisión significa usar lo que hemos aprendido acerca de Jesús y enseñarlo a nuevos discípulos. Y esos aprendices lo enseñarán a más discípulos... y así sucesivamente, hasta que Él regrese.
Ser un discípulo comienza con el aprendizaje, y continúa con la aplicación. El punto es que hagamos lo que hemos aprendido. Esto fue lo que Jesús le enseñó a sus discípulos antes de enviarlos: ellos debían formar discípulos que formaran discípulos. Nuestro compromiso es: ser aprendices de por vida a fin de estar preparados para ir dónde el Espíritu nos lleve.