¿Por qué me has abandonado?

Volumen 9, Unidad 3, Lección 20

November 26, 2024

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Sabemos que la muerte es inevitable para toda la humanidad y que no era posible vencer a la muerte antes de la resurrección de Jesús. La muerte y la resurrección de Jesús muestran el amor de Dios por nosotros. La resurrección nos lleva a una frase que Jesús pronunció mientras estaba en la cruz.


Mateo 27:46, nos dice que «A eso de las tres de la tarde, Jesús clamó en voz fuerte: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». (NTV)

Esta es una afirmación significativa. Y ha confundido a algunas personas. ¿Por qué Dios abandonaría a su Hijo? No entender esta frase ha llevado a algunos a concluir que Dios rechazó a Jesús porque Él tomó nuestros pecados sobre sí mismo. Y esto los ha llevado a pensar que Jesús pasó tres días lejos de Dios, pero Lucas 23 nos dice que Jesús le dijo al ladrón en la cruz junto a Él: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (NTV).

Quiero que sepas que Dios nunca abandonó a Jesús. Mas bien, Jesús usó una técnica común en el judaísmo al leer las Escrituras. Jesús trajo a la mente de todos los presentes el Salmo 22 cuando citó en voz alta la frase inicial: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

El judaísmo era una cultura oral. Se esperaba que las personas memorizaran las Escrituras, y lo hacían. Los que estuvieron en la crucifixión habrían entendido exactamente lo que Jesús estaba diciendo. Seguramente recordaron el Salmo 22. Con esta técnica, lo que no se dice es lo más importante. El orador cita la primera línea, pero el resto del pasaje es la fuerza para el orador y los que escuchan.

Así es como el Salmo 22 comienza con el gran sufrimiento de David, pero termina con el gran triunfo del Señor. Recordemos algunos de los versículos de este Salmo, y te animo a que lo leas completo.


Comienza con lo que Jesús citó:

 

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (NVI). Pero escucha lo demás. Dice:

¿Por qué estás lejos para salvarme, tan lejos de mis gritos de angustia?

Dios mío, clamo de día y no me respondes; clamo de noche y no hallo reposo.

Pero tú eres santo y te sientas en tu trono; habitas en la alabanza de Israel.

En ti confiaron nuestros antepasados; confiaron, y tú los libraste; a ti clamaron y tú los salvaste; se apoyaron en ti y no los defraudaste.» 

Dicen: «Este confía en el Señor, ¡pues que el Señor lo ponga a salvo!

Ya que en él se deleita, ¡que sea él quien lo libre!».

Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre.

Fui puesto a tu cuidado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre mi Dios eres tú.

 

Y después continua: «Como agua he sido derramado; dislocados están todos mis huesos.

Mi corazón se ha vuelto como cera y se derrite en mis entrañas.

Se ha secado mi vigor como la arcilla; la lengua se me pega al paladar.

Me has hundido en el polvo de la muerte.

Como perros me han rodeado; me ha cercado una banda de malvados; me han traspasado las manos y los pies.

Puedo contar todos mis huesos; con satisfacción perversa la gente se detiene a mirarme.

Se repartieron entre ellos mi manto y sobre mi ropa echaron suertes.

Pero tú, Señor, no te alejes; fuerza mía, ven pronto en mi auxilio.

Proclamaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. 

Y continúa: ¡Alaben al Señor los que le temen!

¡Hónrenlo, descendientes de Jacob!

¡Venérenlo, descendientes de Israel!

Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama.

Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea; ante los que te temen cumpliré mis promesas.

Comerán los pobres y se saciarán; alabarán al Señor quienes lo buscan; ¡que su corazón viva para siempre!

Y concluye: «Se acordarán del Señor y se volverán a él todos los confines de la tierra;

ante él se postrarán todas las familias de las naciones,

porque del Señor es el reino; él gobierna sobre las naciones.

Festejarán y adorarán todos los ricos de la tierra;

ante él se postrarán todos los que bajan al polvo, los que no pueden conservar su vida.

La posteridad le servirá; del Señor se hablará a las generaciones futuras.

A un pueblo que aún no ha nacido se le dirá…

que Dios hizo justicia.

¡Me encanta este Salmo! Dios no abandonó a Jesús, su presencia estaba con Él. No estaban separados el uno del otro. Jesús proclamó la victoria en su sufrimiento. ¡Él hizo justicia!

 

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